Ana Isabel Saillant Valerio nace, en la poesía moderna dominicana, con la publicación, en el año 2010, de su libro Del sentir y del ser. Le basta un verso como el que dice “al pájaro sonoro le falta una de sus alas”, concepción brillante, en función de su dibujo: el dolor nunca es superior al canto, sin embargo, la dualidad no es menos reveladora ni menos oportuna. Así, con una paradoja, inicia también la profecía del caudal subterráneo que proviene del sentir del pensamiento, o como suelen decir los poetas, del pensar del sentimiento. Esa profecía es la que vemos cumplirse en este libro.
Los poemas de Ana Isabel Saillant Valerio suelen ser como flechas que salen espontáneamente hacia el lugar señalado por el deseo, signo tal vez de victoriosa inocencia, tomando la propia sangre como la más potente técnica (evidencia) a desarrollar. Esta técnica consiste en apostar, con plena convicción, a una intención semántica. Hablo del deseo no como tema de sus poemas sino como sentimiento puro de su pragmatismo. Pero ¿no es el deseo también lo que origina ese murmullo al que hace alusión el título de Ana Isabel Saillant Valerio? Un murmullo es un secreteo o una vibración articulada mediante el habla, pero este murmullo y esta vibración son de otra naturaleza, ya que nos trasladan a un nuevo significado. Implican el ingrediente de la participación y la consumación de una complicidad sugerida. Son, pues, correspondencias naturales de un posible suceso. El asunto subyace en el suspenso, como debe ser, pues sin suspenso, estaríamos ante un trabajo sin artificio, sin gracia, sin drama, ni conmoción.
Ana Isabel Saillant Valerio no da detalles, excepto de lo que la provoca interiormente a pensar en lo que siente. En tal sentido, no leemos lo que es, sino lo que, por mandato de la imaginación, nos es transmitido individualmente como una confesión que quisiera ser erótica, que lo es, digamos, en término pasivo. No es lo que es, sino lo que sería, lo que busca dar al círculo mil vueltas como para ir comprobando que el círculo se completa solo, y que, para verlo, basta con palparlo. Pues lo que sería, es lo que es, para el poeta, imaginable.
Los temas de Murmullo en la piel están todos atravesados por la flecha del deseo, aunque no todos los deseos significan lo mismo. Tal vez deseo no sea sino ensoñación, enamoramiento de las formas de las cosas del tiempo, una especie de trazo que abarca todo el encuadrado. Lo que no es deseo, en cambio, se pierde con la llegada del deseo.
Ana Isabel Saillant Valerio sueña las palabras, las imagina, y es la imagen que tienen en su mente lo que ella trata de plasmar una y otra vez como si las tomara de su mente con ambas manos y las colocara en la realidad por todos conocida.
En Murmullo en la piel, es notoria la corteza de un habla mixta, movida por resortes de la ensoñación y del delirio, esto es de un estado de alarma y de reposo del alma misma por afluencia de las palabras o de las imágenes que van las palabras construyendo a medida que se suceden. Las palabras de los poemas no son más que sueños entretejidos por delgadas capas de la experiencia, de lo que el poeta vive y de lo que el poeta da testimonio.
Corteza de un habla mixta porque tiende, por su sensibilidad, a corresponder a una gran variedad de detalles, donde lo masculino se corresponde con el sueño; el sueño con el temperamento; el temperamento con la fuerza del ideal, que no es sino lo femenino de toda forma de evocación y de invocación de la significación, donde lo femenino se corresponde con la música, con los estados de reposo, que son los estados propios de la sexualidad y de la inteligencia.
También podríamos decir que tanto la experiencia como la inocencia mucho tienen que ver con la vivacidad de su propia composición, es decir, con la forma como entran en juego dentro de la mixtura poética. Si la inocencia nos habla de un estado meramente pasivo del ser, y de las acciones y remembranzas de las palabras manejables y prestas a la entrega por mero asomo de la curiosidad y de la manipulación del lenguaje; la experiencia nos habla, entonces de la rebeldía a la que están sometidas las palabras una vez gobernadas por el pensamiento y la razón.
¿Cuáles son los rasgos característicos de la poética de Ana Isabel Saillant Valerio?
El lenguaje de sus poemas, llano en su más profundo vademécum, enfatizan un orden de pleno rigor voluntarioso en favor del bien común. Es decir, por un lado, Ana Isabel Saillant Valerio, es una poeta denotativa, que no falsea su intención de humanización de los términos de su escogencia. Por otro lado, es una poeta connotativa, que se vale de ciertos recursos estilísticos para nombrar los objetos de una realidad soñada, vivida o re-inventada por ella.
Se entrecruzan estados de la mente en los que unas veces un desapacible pesimismo es puesto como conocimiento de la realidad social o individual del hablante lírico, mientras otras veces, lo más enraizado de su poética es el optimismo que, sin dejarse subordinar por la marginalidad de las voluntades enemigas, persiste hasta el final.
Cuando Ana Isabel Saillant Valerio se vale de la connotación y del misterio, fluye desde dentro una calidad expresiva capaz de sobrellevar la más imposible de las empresas del decir. Es ahí donde la ensoñación del instante poético se dispara, se condensa y unifica. Veamos algunos ejemplos:
Se detiene lo vivido en la partida.
Es el juego de la vida.
Quizás para que sigamos jugando
se esfuma una historia,
sostenida por el trayecto del misterio.
Atrás quedan las sonrisas invertidas.
El pensamiento rebota en el espejo.El silencio sumerge el ayer.
Y se agudiza un murmullo en la piel.[Murmullo en la piel]
Como hemos visto, sus palabras no buscan deslumbrarnos con ninguna especie de abracadabra o truco de encantamiento, pero hay una imantación que no permite que algo del poema caiga de su sitio, pues la fuerza misma de esta transmisión hace que la energía se mantenga en perpetua rotación y equilibrio. En cuanto a lo que el poema dice, y a la emoción que nos comunica, se percibe un estado de melancolía, pese al sentido que tienen por sí solos algunos léxicos y frases: “Quizás para que sigamos jugando/se esfuma una historia.” Con esto nos deja, en entre dicho, que la historia pasajera, permanece en el instante del juego, que es la vida o el acto de vivir. Pero la frase no es tan simple como nos parece, ya que plantea una contradicción o paradoja. Éste también podría ser un ejemplo del pesimismo al que unas veces es sometida la voz poética.
“Y se agudiza un murmullo en la piel”
La subjetividad de algunas expresiones poéticas ayuda a la expansión del significado, gracias a una carga de ambigüedad que da vida a la materia intrínseca de los vocablos, permitiendo así que lo dicho pase a un nivel de sugestión más o menos permeable.
Otro de los poemas de este libro de Ana Isabel Saillant Valerio que ha llamado mi atención es el que lleva por título ‘Viaje a la locura’. Veamos algunas partes del poema antes de emitir cualquier opinión:
Fragmentos y voces de locura
¿cuál es el íntimo color de la razón?
Los poetas antiguos invocaban a las musas para que los ayudaran a construir el poema. Ana Isabel Saillant Valerio también invoca a las musas que son más próximas a ella. En este caso ella invoca a esas “voces de la locura” para que le den una respuesta a su pregunta. Sin embargo, no hay ninguna respuesta que dar y, al mismo tiempo, la respuesta está dada en la pregunta.
A partir de esta interrogante, empieza la ensoñación de la voz poética, o de las voces que nutren el poema:
Quiero esos hilos de quebrada presencia
quiero viajar a la locura
y a sus voces puras,
a su existencia febril,
a sus ondas alucinadas.
Como vemos, es el deseo de que se cumpla algo que es ya sabido por el hablante del poema. Pero lo que se conoce no es lo que se desea puesto que se desea lo que no se conoce.
Otro poema igualmente magistral, de los que hay en este libro, Murmullo en la piel, es el que su autora titula La palabra inmutable. Como se verá, es un poema de una sencillez impresionante, sin embargo, y gracias tal vez a su sencillez, hay un pasadizo secreto que refuerza, anima y enrumba las palabras hacia un sitio, digamos, perteneciente a ese deseo desencarnado de lo que intenta modificarse, ya por la plurivalencia de los espacios sin accesos o ya por voluntad de una lógica puesta patas arriba.
No existe ya la noche.
Tampoco existe el día.
Mis pies van por el aire
al borde del abismo.
Y yo soy,
Viento en el viento,
la palabra inmutable.
Podría seguir, de poema en poema, buscando amoldarme a la sensible escenificación de las gravitaciones a que son sometidas las palabras de este libro de Ana Isabel Saillant Valerio, tal como dice ella misma, por jugar a vivir, por vivir como jugando el más serio de los juegos. Pero prefiero que sean los lectores del presente y del futuro quienes se encarguen de seguir buscando al interior del laberinto al fabuloso Minotauro del poema.
José Alejandro Peña
West Virginia, Estados Unidos
8 de marzo de 2016.
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